"Ecos
de La Misericordia"
Placas conmemorativas
a los toros celebres de cada feria.
D. Ramón de
Pignatelli y Moncayo.
En el
corazón de Zaragoza, donde la piedra y el arte se funden con la pasión, se alza
desde 1764 un coliseo singular: la Plaza de Toros de La Misericordia. Nacida
por la voluntad visionaria de Ramón Pignatelli para financiar el hospital
homónimo, esta plaza no solo acogió a toros y toreros, sino también siglos de
historia y cultura.
La plaza,
erigida en apenas 70 días, fue en sus orígenes una estructura de madera que
rápidamente se convirtió en símbolo de la ciudad. En 1916, un profundo cambio
arquitectónico le confirió su actual estilo neomudéjar, una joya que más tarde,
en 1990, se coronaría con la primera cubierta móvil instalada sobre un ruedo en
España.
Pero esta
historia no solo se cuenta en ladrillos y carteles. Bajo sus gradas, entre
pasillos de piedra y luz tamizada, el Museo Taurino y el Centro de
Interpretación de la Tauromaquia narran la historia de la fiesta brava desde
sus raíces más primitivas. Desde grabados de Goya hasta vestidos goyescos y
trajes de luces que huelen a gloria y arena.
Uno de esos
trajes, color purísima y oro, perteneció al legendario Nicanor Villalta, el
“coloso de Cretas”, rey del volapié y figura reverenciada que conquistó Las
Ventas con 52 orejas y 3 rabos. Su atuendo, donado por la Casa de Aragón en
Madrid, descansa hoy entre vitrinas, como testimonio de un arte que fue
ceremonia, valentía y entrega. La emoción de su historia se funde con la
devoción de quienes visitan su rincón, bajo la capilla transformada en sala de
memoria.
Cada visita
guiada a la plaza es un viaje en el tiempo. Desde la taquilla, pasando por el
mosaico de Pignatelli, la enfermería, las cuevas museo y los grabados de Goya,
hasta los ecos de Hemingway y Ava Gardner, que también fueron cautivados por
este coso inmortal.
En 2014, con
motivo del 250 aniversario de su fundación, La Misericordia dio un paso más en
su misión cultural: inauguró su Centro de Interpretación. Cinco salas trazan el
vínculo milenario entre el toro y el hombre, desde la mitología hasta los
tercios del toreo, desde Pamplona en 1387 hasta la Zaragoza contemporánea
La plaza ya
no es solo un espacio de faenas, sino un refugio de memoria y arte. En sus
muros resuenan aún los clarines de goyescas históricas como la de 1927, donde
el ruedo se llenó de trajes del siglo XVIII en honor a Goya. Y es que esta
plaza, más que una construcción, es un latido perpetuo de la identidad
aragonesa.
Hoy, La
Misericordia no solo honra al toro, sino también a la historia, a los artistas
que la cruzaron y al pueblo que la hizo eterna.
De faenas
legendarias a memoria viva, la plaza zaragozana honra siglos de tauromaquia,
arte y tradición bajo el eco inmortal de sus clarines.
Queremos dar las gracias a la Diputación Provincial de Zaragoza por cuidar y mantener viva la Plaza de Toros de La Misericordia durante tantos años. Gracias a su esfuerzo, este lugar sigue siendo un símbolo de nuestra historia y cultura.
"Ecos
de La Misericordia"
De faenas
legendarias a memoria viva, la plaza zaragozana honra siglos de tauromaquia,
arte y tradición bajo el eco inmortal de sus clarines.
En el
corazón de Zaragoza, donde la piedra y el arte se funden con la pasión, se alza
desde 1764 un coliseo singular: la Plaza de Toros de La Misericordia. Nacida
por la voluntad visionaria de Ramón Pignatelli para financiar el hospital
homónimo, esta plaza no solo acogió a toros y toreros, sino también siglos de
historia y cultura.
La plaza,
erigida en apenas 70 días, fue en sus orígenes una estructura de madera que
rápidamente se convirtió en símbolo de la ciudad. En 1916, un profundo cambio
arquitectónico le confirió su actual estilo neomudéjar, una joya que más tarde,
en 1990, se coronaría con la primera cubierta móvil instalada sobre un ruedo en
España.
Pero esta
historia no solo se cuenta en ladrillos y carteles. Bajo sus gradas, entre
pasillos de piedra y luz tamizada, el Museo Taurino y el Centro de
Interpretación de la Tauromaquia narran la historia de la fiesta brava desde
sus raíces más primitivas. Desde grabados de Goya hasta vestidos goyescos y
trajes de luces que huelen a gloria y arena.
Uno de esos
trajes, color purísima y oro, perteneció al legendario Nicanor Villalta, el
“coloso de Cretas”, rey del volapié y figura reverenciada que conquistó Las
Ventas con 52 orejas y 3 rabos. Su atuendo, donado por la Casa de Aragón en
Madrid, descansa hoy entre vitrinas, como testimonio de un arte que fue
ceremonia, valentía y entrega. La emoción de su historia se funde con la
devoción de quienes visitan su rincón, bajo la capilla transformada en sala de
memoria.
Cada visita
guiada a la plaza es un viaje en el tiempo. Desde la taquilla, pasando por el
mosaico de Pignatelli, la enfermería, las cuevas museo y los grabados de Goya,
hasta los ecos de Hemingway y Ava Gardner, que también fueron cautivados por
este coso inmortal.
En 2014, con
motivo del 250 aniversario de su fundación, La Misericordia dio un paso más en
su misión cultural: inauguró su Centro de Interpretación. Cinco salas trazan el
vínculo milenario entre el toro y el hombre, desde la mitología hasta los
tercios del toreo, desde Pamplona en 1387 hasta la Zaragoza contemporánea
La plaza ya
no es solo un espacio de faenas, sino un refugio de memoria y arte. En sus
muros resuenan aún los clarines de goyescas históricas como la de 1927, donde
el ruedo se llenó de trajes del siglo XVIII en honor a Goya. Y es que esta
plaza, más que una construcción, es un latido perpetuo de la identidad
aragonesa.
Queremos dar las gracias a la Diputación
Provincial de Zaragoza por cuidar y mantener viva la Plaza de Toros de La
Misericordia durante tantos años. Gracias a su esfuerzo, este lugar sigue
siendo un símbolo de nuestra historia y cultura.
Y un agradecimiento muy especial a Miguel Ángel, nuestro guía, por su pasión, sus conocimientos y por hacernos vivir cada rincón de la plaza con emoción y cercanía.
Hoy, La
Misericordia no solo honra al toro, sino también a la historia, a los artistas
que la cruzaron y al pueblo que la hizo eterna.